Muchas veces creemos que los demás saben nuestros pensamientos,
Nuestros sentimientos los creemos claros como el agua,
Nuestros sentimientos los creemos claros como el agua,
pero no es así, el dolor ajeno duele.
Hoy me doy cuenta que eres idéntica a mi, y te amo por ser lo que eres.
Porque yo soy tú, y me adoro. Nos quejamos de ser lo que somos, y esa queja es tan sagrada que la amamos, porque malas, orgullosas o buenas y amantes nos queremos y nos dolemos. Porque renegamos de nuestra actitud, negando lo que somos, y aceptando con sonrisa sarcástica que nunca cambiaremos. Duele dolerme en otros,
pero así como también encanta hacer sonreír, debe de penetrar tanto el dolor ajeno como en nosotros mismos. Y no queriendo, sino aceptando que nuestro carácter nunca será diferente aun cambiando nuestra sangre. Lo que nunca desearía. Me hacían faltas de escribir así, dedos congelantes extasiados de leerme minutos después de escribirme. Porque guardamos nuestro dolor, porque lloramos en silencio para no incomodar a otros, porque preferimos escupir y vomitar de dolor a vernos presas indefensas de ellos.
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